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Cuento

El Caballero del Sol

Hace muchos, pero muchísimos años, existió un caballero con una fuerza y un físico inigualable. Su nombre era André. Él era un joven de cabello rubio largo y sedoso. Su cuerpo era alto y frondoso, muy bien ejercitado. Sus ojos eran de un azul precioso y hacían que cualquiera se perdiera en ellos y recordara las suaves olas del mar. Su compañero más fiel era un caballo blanco que sus padres le regalaron cuando era solo un pequeño niño, cuyo nombre era Epona.

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André era querido por todos en el reino de Gisel, ya que poseía un valor desbordante. Cada vez que un peligro aparecía, todos en la aldea estaban seguros de que André se encargaría de mantenerlos a salvo. Ni siquiera los barbaros que le doblaban en tamaño tenían tanto coraje como él. Nadie entendía como es que dentro de un solo hombre podía ver tanta valentía. Él era el héroe en el que todos confiaban, por lo que el rey decidió otorgarle el título de “Caballero del sol”, pues se había convertido en un elemento indispensable para el ejército. Además, este apodo también hacía referencia al color de las hebras de su hermosa cabellera. Como agradecimiento al trabajo que hacía por el pueblo, el rey también le dio una espada bañada en oro, hecha por los mejores herreros que había en el reino.

Un día como cualquier otro, André salió a pasar por el pueblo junto a Epona, en busca de un cepillo nuevo para su sedoso cabello. Encontró el dichoso producto dentro de un pequeño negocio, así que dejó a su caballo afuera y se adentró a comprarlo. Mientras se encontraba entretenido hablando con la señora Amelia, la dueña de la tienda, un fuerte estruendo en el exterior los sorprendió. Por impulso, André aventó su cepillo recién comprado y agarró su espada de oro para ver qué estaba pasando, dispuesto a luchar con cualquier cosa que pusiera en riesgo a su querido pueblo.

 

Al salir, el joven se encontró con el ejército del inframundo. Había escuchado muchas leyendas, pero nunca lo había visto en persona. El héroe sabía que no había soldados más temibles que aquellas siluetas siniestras de magia oscura, pero no se sintió aterrado. Inmediatamente comenzó a pedirle a las personas que despejaran la zona y pidió refuerzos del ejercito porque sabía que era una batalla que no podría ganar solo.

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Al inicio, estaba lleno de energía y sentía que tenía la situación bajo control, pero los refuerzos no llegaban y poco a poco se estaba quedando sin fuerzas. Sin embargo, él no se daba por vencido. A lo lejos, se dio cuenta que un niño no había podido escapar de la zona de riesgo y usó sus últimas fuerzas para cargarlo y llevarlo a un lugar donde estuviera seguro. Después de una dura pelea, más caballeros comenzaron a llegar. André se sintió aliviado y cayó agotado de rodillas al suelo. Sintió un dolor punzante y dirigió su mirada hacia abajo, dándose cuenta de que todo el lado izquierdo de su cuerpo estaba envuelto por magia oscura. Además, tenía varias cortadas. André se desmayó y cuando abrió los ojos se percató que estaba siendo atendido por los curanderos del reino, quienes le explicaron que había sufrido muchas heridas, pero, afortunadamente, todas habían sido curadas con éxito.

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Para despejarse, el héroe se dispuso a bañarse en el lago que rodeaba el castillo. No obstante, cuando vio su reflejo no pudo evitar asustarse. Su cabello rubio brillante se había tornado de color negro. Su cara estaba atravesada por una gran cicatriz y su brazo y pierna izquierda lucían totalmente quemados. Las heridas estaban curadas, ya no dolían, pero lo que si dolía era tener que verse en los reflejos de las ventanas cada vez que paseaba por el pueblo.

André busco ayuda con algunas magas conocidas, también con otros curanderos, incluso con el brujo más temido, pero ninguna persona podía eliminar las cicatrices que adornaban su cuerpo. Así que decidió esconder su apariencia debajo de una capucha y mudarse a una cueva en las afueras del reino, donde nadie pudiera verlo. Desafortunadamente, un día tuvo que obligarse a volver para comprar comida. Para su sorpresa, al llegar se dio cuenta que un dragón atacaba el reino. Las ganas de ayudar a la gente lo invadieron, pero sabía que, si luchaba, la capucha revelaría su apariencia y cuando la gente lo viera, iban a horrorizarse con su apariencia. Mientras analizaba que hacer, vio que una figura femenina se alzó sobre los aires y venció al dragón. Al ser derrotado, su gigantesco cuerpo comenzó a caer del cielo. Cuando estaba cerca de aplastar a André, la heroína lo salvó y con ayuda de sus alas lo llevó al techo de una de las casas para asegurarse que estuviera bien.

André se sintió avergonzado de que el viento hubiera revelado su rostro y todas las cicatrices de su cuerpo, pues la parte de la armadura que cubría su brazo izquierdo había sido destruida en la batalla y no tenía manera de cubrirlo. Rápidamente volvió a ponerse la capucha. Miró a la chica con detenimiento y sus hermosas alas llamaron su atención. También se dio cuenta que tenía unos ojos miel muy bonitos.

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—¿No te lastimaste? ¿Todo bien?... Espera, yo conozco esa espada y esos ojos azules ¡Eres el caballero del sol! —exclamó la heroína emocionada al reconocerlo.

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André negó la afirmación sacudiendo la cabeza, pero sus intentos de fingir ser un simple campesino fueron en vano, pues la chica era capitana de las valquirias y dentro del ejército “El Caballero del Sol” era un ícono conocido por todos.

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—Mucho gusto, mi nombre es Erika ¡Es un placer conocer a la leyenda en persona! Desde hace meses nadie en el pueblo te ha visto, pensamos que te había sucedido algo. Pero veo que estabas ocupado trabajando en tu nuevo look. No es por ser entrometida, pero el cabello negro te queda muy bien —afirmó ella con una sonrisa.

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El héroe bajó la mirada intentando esconder su expresión de tristeza.

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—¿Pasa algo? Puedes contarme si quieres. Incluso los caballeros pueden sentirse tristes y eso no tiene nada de malo —Erika le dijo con cariño.

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Al sentirse en confianza, André le contó lo que le había sucedido en su última batalla. Le explicó cómo su cabello rubio brillante había sido tornado oscuro, como su brazo y pierna izquierda estaban quemados y también le contó lo mucho que le causaban inseguridad las cicatrices que estaban distribuidas por todo su cuerpo, en especial la que atravesaba su rostro.

 

—Te entiendo amigo, hace poco me enfrenté con un dragón de fuego y quemó todo mi cabello. Pasé unos días triste porque extrañaba mi largo cabello rizado, pero sabes, después de analizarlo, entendí que, tenga o no cabello, eso no quita el hecho de que soy la fuerte líder de las valquirias que ama ayudar a los demás —Ella le explicó.

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—Yo…yo ni siquiera me había dado cuenta de que no tenías cabello —Comentó André desorientado haciendo a la chica estallar en risas.

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—¿Lo ves? ¡Todo se basa en la seguridad! Además, no importa, en unos meses crecerá. Recuerda, que tu apariencia cambie no te quita el título del caballero del sol, ese te lo ganaste por tu valentía y por todas las personas a las que has ayudado. Además, los cambios no son malos, esas cicatrices representan que ganaste la batalla.

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¡Te ves muy bien así! —Erika finalizó para darle un abrazo.

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Inspirado por las palabras de la guerrera, André le agradeció por el apoyo y se despidió. Se montó en Epona, desenvainó su espada, con seguridad se quitó la capucha del rostro y cabalgó en busca de una nueva aventura. 

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FIN

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